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Tu salud puede estar directamente afectada por el espacio en el que vives o trabajas. Si con frecuencia padeces dolores de cabeza, dermatitis o picores es probable que vivas en lo que se considera un edificio enfermo. Para que un domicilio sea cualificado enfermo, el 20% de sus ocupantes deben de padecer síntomas como cefalea, congestión nasal, irritación de las vías respiratorias, de la piel o los ojos, así como alergias, entre otros. Además, estos síntomas desaparecen cuando las personas abandonan el edificio.

Aunque lo primero que nos viene a la cabeza son edificios antiguos, la verdad es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que esto también se puede dar en edificaciones nuevas como en los que utilizan materiales metálicos. En este caso, incluso las personas pueden llegar a padecer lipoatrofia, un trastorno que hace que perdamos grasa acumulada bajo de la piel.

¿Pero cuáles son las principales características que pueden propiciar que un edificio sea enfermo? Primero de todo, obviamente, los edificios poco costosos. Lo barato siempre acaba saliendo caro y más cuando hablamos de nuestra salud. Otras de sus características son que tengan un sistema de ventilación forzada, por ejemplo, a través de aire acondicionado; que sean herméticos porque sus ventanas no se abren; que tengan sus superficies recubiertas con moquetas o alfombras que atraen el polvo; o los que ahorran energía con un ambiente térmico homogéneo.

Para averiguar si nuestro edificio está enfermo siempre se puede consultar un perito en arquitectura para que nos lo evalúe.

Edificio enfermo

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